Parte del problema es el arraigado supuesto de que las mujeres están para atender las necesidades de los hombres. Desde el momento de su nacimiento los hombres están rodeados por la constante atención de las mujeres. Se espera que las madres, tías, abuelas, hermanas y, después, las novias, esposas e hijas satisfagan, e incluso se anticipen, a cada deseo del hombre. Las madres dicen a sus hijas pequeñas que «atiendan» a sus hermanos, mientras que a los niños se les dice que «cuiden» a sus hermanas.
Estos mimos sin fin son acentuados por las trabajadoras domésticas, desde el ama de llaves de la alta sociedad hasta la trabajadora doméstica de media jornada de una familia de clase media. Aunque permiten que las mujeres salgan y trabajen, aseguran que los hombres sigan siendo mimados como si fueran potentados orientales, sin levantar nunca un dedo en la casa. Donde las esposas e hijas hoy se rehúsan a dejar todo de lado para preparar el almuerzo del hombre de la casa, la encargada domestica es quien se hace cargo del trabajo extra.
Los alcances de estas actitudes y conductas van más allá de la esfera doméstica. Los niños mimados mexicanos crecen y se convierten en hombres acostumbrados a que los obedezcan al instante, que se creen con derecho a recibir atenciones especiales, que se niegan a negociar con quienes consideran inferiores y rechazan toda forma de crítica. Los hombres que dominan la vida pública a menudo se ajustan a ese molde: son demandantes, impacientes, intolerantes y egocéntricos.
Así mismo sucede con la educación, si revisamos épocas históricas podemos observar como el hombre pudo acceder primero a la educación que una mujer, ya que a las mujeres se les hacían comentarios como: “para que estudias si te vas a casar”, “en lugar de leer un libro, aprende a cocinar, planchar y lavar que a eso te dedicarás”.
Lamentablemente nos han educado con estos mensajes desde la familia, escuela y medios de comunicación con la idea de poder llevar roles o estereotipos dirigidos con doble moral hacia las mujeres en términos de desigualdad.
¿Se han puesto a pensar que estamos a poco de ver el asesinato de mujeres como un hecho común?
Antes no se hablaba del tema de la violencia hacia las mujeres de manera pública, era tratado como privado. En una 2° etapa trascendió a lo público y se comenzó hablar de mujeres golpeadas y asesinadas. Ahora en una tercera etapa, en el cual vemos el tema en los medios de comunicación, platicamos de esto en casa, lo vemos con algún conocido; las instituciones que supuestamente están para atender denuncias cuando llega una mujer a denunciar algún tipo de maltrato digan: “como usted va a perdonar a su agresor entonces ya no levantamos la denuncia”.
En México está muy desarrollada una cultura de impunidad y todo esto tiene que ver con un abuso de poder, ¿cuántas mujeres han tenido que dejar sus trabajos por un despido injustificado sólo por estar embarazadas? ¿Cuántas mujeres tienen que jugar un doble rol para poder sacar a sus hijos adelante? ¿Cuántas mujeres son acosadas por su jefe y sin poder decir ni una sola palabra, porque necesitan el trabajo?
Lamentablemente el ejercicio de la violencia contra las mujeres tiene que ver con este abuso moral, físico o sexual especialmente por el hecho de ser mujeres. Un claro ejemplo burdo quizá, pero cierto es el “feminicidio” en nuestro país.
Para terminar con este artículo les dejo una frase la cual espero los haga reflexionar un poco:
Hay personas que podríamos calificar como “inspiradoras”. Personas que nos alumbran y nos infunden ánimo o motivación con sólo ver como afrontan la vida.
¿Cuál es la diferencia entre esas personas que nos inspiran a ser mejores y el resto de personas?
Generalmente las personas tienden a mirar a otras como punto de inspiración, ¿pero por qué no aprovechar la vida, y ser tú misma también una fuente de inspiración en los demás?
lic. Olga Reyes S.